miércoles, 14 de julio de 2010

El lobo estepario, Hermann Hesse

El día había transcurrido del modo como suelen transcurrir estos días; lo había malbaratado, lo había consumido suavemente con mi manera primitiva y extraña de vivir; […] días mesuradamente agradables, absolutamente llevaderos, pasables y tibios, de un señor descontento y de cierta edad; días sin dolores especiales, sin preocupaciones especiales, sin verdadero desaliento y sin desesperanza; días en los cuales puede meditarse tranquila y objetivamente, sin agitaciones ni miedos, hasta la cuestión de si no habrá llegad
o en instante de seguir el ejemplo del célebre autor de los Estudios y sufrir un accidente al afeitarse.” Así empieza “El lobo estepario”, de Hermann Hesse.


Desde que empecé este libro sabía que acabaría escribiendo un artículo sobre él. Lo que no imaginaba era que tardaría tanto en acabarlo; entre exámenes y vacaciones, los días iban pasando y no avanzaba la cosa, hasta que por una curiosa circunstancia recordé una frase del libro, de esas que tanto abundan pero que suelen pasar inadvertidas, que me hizo retomar el hilo.

Y es que eso es uno de los detalles más preciosos del libro: sus grandiosas y elocuentes frases, que parecen encajar a la perfección con multitud de situaciones de nuestra vida.

Pero empecemos por el principio. Este libro llegó a mis manos tras muchas críticas favorables que se iban cruzando en mi camino, hasta llegar al punto de tener casi la obligación de comprarlo. Cuando así lo hice, Harry Haller, el protagonista, empezó a maravillarme más y más: sus perfectas y lapidarias frases, su actitud ante la vida, su erudición, su comportamiento ermitaño…

Y su personalidad, su personalidad de lobo estepario. Él, Harry Haller, se cree atrapado en un dualismo difícil de combatir y de convivir con él: por un lado es un hombre, pues piensa, siente y, en cierta manera, ama, pero por otro lado es un solitario lobo estepario, instintivo, irascible, amigo de la soledad y enemigo de la especie humana. Es esta atrayente personalidad la que hace tejer al lector entre la trama, la fantástica y surrealista trama, que queda relegada a un segundo plano ante esta etopeya máxima (me permito la licencia de usar esta expresión, aunque no iba destinada a este libro cuando la oí por primera vez, sino al “Quijote” ).

Así que nuestro estrambótico protagonista, amante de las letras, los clásicos, la soledad y las buenas formas, se ve abocado a vivir en una sociedad a la que detesta: la Alemania entre guerras, con el jazz invadiéndolo todo (música que detesta en un principio), con la prensa describiendo su persona como traidora a la patria, con un arraigado sentimiento de incomprensión, pues su complejidad personal parece no encontrar cabida en un mundo tan artificial e insulso como el actual, donde se malinterpreta a Goethe, donde se olvidan los clásicos como Mozart y donde, al fin y al cabo, no hay lugar para un solitario lobo estepario.

Y, de la mano del gran escritor Hesse, en lugar de embargarnos un sentimiento de repulsa ante un tipo de estas características, alguien a quién seguramente definiríamos como raro o anormal en nuestro día a día, conseguimos, en cierta manera, amarlo, pues vemos en él una parte de nosotros mismos, pues todos tenemos una parte, un trocito, de lobos esteparios.

Y es así como llegamos a las páginas de verdad importantes del libro, cuando estamos tan fuertemente ligados al personaje que nos parece que él es nosotros. Y es entonces cuando conoce a Armanda, la que parece alzarse como su antítesis pero que, incomprensiblemente, le comprende como nadie. Y será a ella quien teja el destino de Harry con el suyo propio...

Permitidme ahora dejar de hablar de la trama central del libro, porque mucho me temo que no hago más que mancillarla, porque es tan compleja y requiere de tal maestría que explicarlo de esta manera no hace más que hacerle perder valor, y no quiero causar una mala impresión al lector que no lo haya leído y quiera hacerlo.

Dejadme sólo citar una frase del reverso del libro, pues ésta resume mejor que yo el carácter y la condición de nuestro protagonista: “Ser solitario e incomunicado, extraño y extrañado, Harry Haller, protagonista de esta emblemática novela, ha acabado convirtiéndose en un arquetipo literario en el que se reconocen quienes padecen los devastadores efectos deshumanizadores de una sociedad insolidaria y atomizada”.

Por último, por si no es claro, sólo queda recomendar encarecidamente la lectura de este indispensable libro, que se ha convertido para mí en una fidedigna descripción de mí mismo en muchos aspectos, y a su vez se ha convertido en un libro repleto de consejos para abandonar la insulsez y artificiosidad de esta sociedad, y me ha abierto los ojos, embelesándome, sobre los temas más diversos.

Ah, a propósito, si os ocurre lo mismo que a mí, muy a menudo os encontraréis golpeados por una lapidaria y genial frase del maestro Hesse, que os obligará a releer y releer la oración, embobados ante lo mucho que es capaz de decir juntando unas pocas palabras, y lo mucho que es capaz de cambiar la manera de ver las cosas.

Sin más, os deseo que disfrutéis y aprendáis del libro tanto como yo.



2 comentarios:

  1. Me han recomendado este libro y ahora lo encuentro en tu blog. Me está llamando :) je,je. Un saludo, te agrego

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  2. Sin duda el lobo estepario una maravillosa obra de Hermann Hesse, este escritor logró insular los padecimientos, los personajes de todas obras.

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